La fotografía siempre me ha servido como un ojo interno para mirar aquello que permanece invisible, oculto, recuerdos, memoria, sensaciones, momentos.
Guardo hojas de contactos y carretes que nunca volverán a atravesar el destello que le han dado vida. Enseño con ojos de asombro a los niños como abre y cierra aquella cámara réflex que me acompañó atrapando destellos en las ciudades nocturnas.
Resulta increíble en un mundo lleno de imágenes guardadas, compartidas y expuestas en millones de archivos que sepamos tan poco acerca de los experimentos y juegos de encuentros y desencuentros de luz y alquimia que dieron origen a la fotografía.
He descubierto un proyecto maravilloso de artistas que se definen con el nombre de Fotolateras (dejo el enlace a un articulo del periódico que las describe) en su proyecto vuelven a la experiencia de la calma y la espera jugando a encerrar el tiempo en una lata. Lo que me gusta de ellas no es sólo la técnica ya que muchos artistas retoman técnicas antiguas para crear proyectos artísticos, sino que también parecen divertirse, jugando y explorando con el azar y enseñando a través de su experiencia.
Todas las fotografías atestiguan la despiadada disolución del tiempo escribe Susan Sontag tan profundamente inspiradora.
Cada día nuestras cámaras capturan momentos incluso antes de sentir nuestra propia experiencia tal vez intentando capturar el paso irrevocable del tiempo.
Os invito a explorar otras formas de ver y expresarnos..
Tal vez removiendo algunos cajones donde guardamos cámaras o fotografías familiares, películas olvidadas, contemplar y fijar la mirada más allá de una pantalla plana.
Quizás nos revelen nuevas historias o nos conmuevan o simplemente nos generen preguntas hacia alguien, inquietud y curiosidad para conocer de otra forma nuestro universo personal.